Entrevista con Inaya Yáber, Texto tomado del diario Al-Safir 15 de abril de 2008
النسخة العربية
En la novela OK maa l-salama (OK, adiós), del novelista y poeta Rashid Daíf, publicada por la editorial Riyad el-Rayyes, nos encontramos con la misma fluidez y sagacidad a que nos tiene acostumbrados en la mayoría de sus obras, cuando se acerca a las relaciones íntimas para desvelar sus secretos sin «moralina» o evaluación de ningún tipo. Una lengua sencilla, sin complicaciones, cotidiana, que se adapta bien al espíritu de la época y que permite al lector mirar a hurtadillas hechos de vida cuyos secretos han permanecido ocultos para el lector árabe, y a cuyos reflejos puede acercarse con libertad y comprenderlos a su manera. Una novela elegante que te empuja a llegar hasta el fin desde su primera línea. Con Rashid Daíf mantuve el siguiente diálogo, en torno a su última entrega novelística anual, OK maa l-salama (OK, adiós), que llega fiel a su cita, puntual y diligente.
El sexo tiene una presencia intensiva en tus novelas, ya sea en la lengua heredada de nuestro legado medieval, como ocurre en tu anterior novela, Máabad yánchah fi Bagdad (Máabad triunfa en Bagdad), o en la lengua moderna, como es el caso de Tístafil Meryl Streep (Meryl Streep, que se vaya al diablo) o la última, OK maa l-salama (OK, adiós). ¿Es pues el sexo la clave de que te sirves para indagar en otras cuestiones sociales?
La sangre que se está derramando, en la actualidad, a lo largo de la Patria Árabe, de Asia y de África se debe a ese choque entre los valores morales que acaban de llegarnos y los valores tradicionales. El sexo es una conducta moral, o, por mejor decir, una conducta humana regida por valores morales. La difusión de las libertades personales, y, en especial, las que afectan a las mujeres, crea un choque en todos nosotros, una lucha, sobre todo entre los hombres de nuestras sociedades.
Y estas cuestiones afloran en la cama. Se hacen mucho más evidentes en la cama, donde el ser humano se desnuda de todo, salvo de su verdadera identidad. En ese instante surge la contradicción entre la mujer que se ha transformado y el hombre que no acepta esa transformación. El instante sexual es el instante del choque desnudo entre los valores de la modernidad y los valores tradicionales, entre la conducta moderna y la conducta tradicional.
Es necesario aclarar ese aspecto, ya que, según lo siento y según lo veo, es una de las causas de la violencia sangrienta de la que somos testigos en la Patria.
Nadie ha reparado en que esa destrucción occidental de valores morales crea una resistencia, y la honra es un elemento fundamental en nuestra vida. Lo más importante para el árabe es el honor o la honra. Iluminar ese aspecto es necesario para entrar en el tiempo presente.
Hay una soledad asfixiante del escritor, latente tras la escritura, y tensión, y angustia. ¿Es esa tu situación, tu «leyenda» personal? ¿Acaso te defiendes, con el sexo y la escritura sobre el sexo, de la soledad, y te apoyas en él como un medio para atraerte al lector?
Lo cierto es que no escribo sobre mí mismo. Y tampoco escribo sobre alguien con rasgos de figura representativa. Quiero decir que el personaje principal de la novela no es un resumen del hombre árabe. En realidad, escribo sobre una situación particular e individual. Ni más ni menos. Escribo sobre Habib, que es como se llama el protagonista de la novela, pero sostengo que este hombre se parece, o, al revés, que a este se parecen millones de hombres árabes. Repito que escribo sobre una situación individual. Pero que, como dice el poeta, «en ti se recoge el cosmos». Es una autobiografía ficticia. Una autobiografía imaginada, no relatada.
Tu novela llama la atención sobre la diferencia de edades entre los amantes. ¿Se trata de una novela sobre el tiempo? ¿Sobre la muerte como constituyente de la vida?
Sin duda es una novela sobre la vejez. Y la vejez no es un concepto abstracto. La vejez es la incapacidad, la enfermedad, la falta de futuro, el olvido y la debilidad de la memoria, etc.
En esta novela hay tres ejes fundamentales, si puede hablarse en esos términos: la vejez, la relación entre el hombre y la mujer, y la situación en Líbano y el Mundo Árabe. Tres asuntos que se entrelazan: la vejez vivida en la relación de un hombre de algo más de sesenta años con una mujer que no ha cumplido los cuarenta, en una sociedad que es Líbano durante una guerra civil continuada.
La relación de este hombre con esa mujer le lleva a vivir su vejez, o el comienzo de esta, con tensión, con una creciente consciencia dolorosa, agravado todo por la situación de Líbano, que se refleja en su ánimo, en sus sueños, en sus planes de futuro. La esperanza de que la relación se recomponga desparece cuando ella abandona Beirut tras la Guerra de Julio para volver a su puesto en una organización internacional.
La relación de este hombre con esa mujer lo impulsa a aprender inglés, ya a su edad, y con ello se da cuenta de que su memoria ya no es la que era, y, claro, su sensación de estar haciéndose viejo se agrava. Además, sus intentos por aprender inglés coinciden en el tiempo con la noticia de que su madre, que es solo dieciséis años mayor que él, ha comenzado a olvidar mucho.
Comicidad
Dejando la novela la margen, háblame un poco de ti. Como lectora me has dejado la impresión de ser una persona triste.
Es verdad, cuando escribí esta novela me sentía triste, más que nada por la situación de Líbano, pero también por mi situación personal. El mundo entero se desplomaba a nuestro alrededor por las muertes, violentas o naturales, que afectaban a amigos y parientes. El olor de la muerte estaba en todas partes, unido al desborde de la intolerancia. Todo eso lo refleja el ánimo con una tristeza que cala hasta los huesos.
Y, sin embargo, hay pasajes que me hicieron reír mucho.
Sí, desde luego. Hay mucha comicidad en ella. Y tus risas ha sido la reacción de la mayoría de los lectores hasta el momento. Por ejemplo, el modo en que ese hombre, un sesentón, practica el sexo, sin tener mucha experiencia, hace que la tristeza de la novela quede, en su mayor parte, velada. La misma comicidad está en el modo en que aprende inglés.
Háblame de tus técnicas de escritura, del papel de la lengua en tus obras.
Economía en el lenguaje y en la descripción de sentimientos y sucesos. Un estilo minimalista, si puedo llamarlo así, sin efusiones ni palabrería. A veces empleo un estilo diferente, como ocurre en Ahl al-zill (Los de la sombra), por ejemplo. Pero no hay duda de que es el tema el que impone el estilo. El estilo es un punto de vista. El estilo forma de algún modo parte de mi visión de la novela.
¿Hay nostalgia de la poesía en algunos momentos de la novela?
No, no hay nostalgia de la poesía. Pero, como el protagonista es un escritor, tiene sus opiniones acerca de la prosa, de la poesía, de la novela, etc. Su opinión sobre la poesía está cerca de la mía, o sea, de la opinión de Rashid Daíf. Y es que, en general, existen dos clases de literatura y dos clases de poesía: la literatura estética y la literatura de «lo verdadero». El poema de Nizar Qabbani que canta Fayruz y se menciona en la novela es muy hermoso. Pero el escritor propone otra clase de lírica, más «efectiva», como beber del mismo vaso de la mujer que ama sin haberlo lavado.
Como escritor, ¿crees que las relaciones amorosas, aunque sea por un período, alimentan la producción del escritor o bien son una carga para él? Mi pregunta la suscita la respuesta del protagonista de la novela, cuando acepta el final de la relación con una sola frase: «OK, adiós».
Según mi opinión personal, una relación puede enriquecer o empobrecer, depende de su naturaleza. Yo aprecio en mucho el ser libre, y soy muy celoso de mi soledad porque produzco en soledad. Y, al hablar de soledad, me refiero a la libertad de comportamiento, a la libertad de ir y venir, a la libertad de cambiar de opinión, a la libertad de decir lo que uno piensa o guardar silencio, a la libertad de quedarse o trasladarse, a la libertad de cambiar de humor sin tener que explicarlo o justificarlo, a la libertad de no tener quien te vigile ni te fiscalice. Y, sin embargo, siempre tiendo a tener a una mujer cerca y a compartir con ella muchas cosas.
¿Te gustaría iluminar algún aspecto de la novela que quede oculto al lector?
El lector es libre de leerla como quiera. Eso es algo incuestionable. La novela es propiedad de quien la lee. Pero me gustaría que algunos lectores la disfrutaran con inteligencia y cultura.
¿Para quién escribes, a quién te diriges con tu escritura?
Escribo para las nuevas generaciones, y recurro a su lengua sencilla y clara. No escribo para la generación de los sesenta.
Traducción del árabe: Salvador Peña